martes, 29 de julio de 2008

El técnico de River busca nuevas fórmulas para suplir a los que no están



Ensayo y error. El laboratorio no cerró. Diego Simeone reabrió la carpeta de estudios tácticos. Ayer por la mañana, en el primer turno de trabajo, a días del debut en el Clausura contra Colón, innovó con el octavo sistema del inventario que utilizó desde que llegó a River a principios de año. Se trató de un esbozo de lo que busca durante media hora de movimientos. Un hecho suficiente para marcar una doble realidad: que el hombre mantiene el afán por superarse ("es un monstruo que siempre quiere ganar", lo elogió públicamente el presidente Aguilar), pero que asimismo no está del todo convencido con lo que dejó el equipo el sábado en Mardel Plata, ante San Lorenzo, en el primero de los amistosos.

Así el 4-2-3-1 que fue fetiche en el Clausura ganado (utilizado en el 50% de los partidos) y que se trató de perfeccionar y aceitar a lo largo de esta pretemporada le dio lugar pasajero a un 3-1-3-2-1. ¿Un cambio de número de teléfono? No. Apenas un experimento para empezar a testear. Lo concreto es que, como dijo hace una semana, el técnico quiere darle gimnasia a la forma de juego que más resultado le dio en el primer semestre. El tema es que la falta de algunos intérpretes (Sebastián Abreu, Alexis Sánchez y, momentáneamente, el Enano Buonanotte) desnudó falencias en función de ataque. Y si los refuerzos no llegan, en tiempo y forma, se empiezan a buscar alternativas creadoras.

El trabajo, en el verde césped de Ezeiza, duró media hora. En un comienzo el Cholo paró a sus players para marcar movimientos. Luego organizó un partido en 40 metros con dos arquitos pequeños de cada lado. Lo más novedoso del equipo se observó en la posición del polifuncional Leonardo Ponzio, que se paró como líbero pero delante de la línea de tres defensores. Esto también tuvo relación directa con la zona que le tocó cubrir a Oscar Ahumada en el doble cinco. ¿Un indicio de que volverá a ser el ladero titular de Abelairas? Otra de las curiosidades las encarnó un Rosales que arrancaba como volante externo y terminaba como doble enganche al lado de Ortega. Cuando el equipo retrocedía, en cambio, la disposición quedaba más cerca de un 3-4-3, ya que Ponzio se sumaba al medio y Falcao se tiraba más atrás para presionar con el apoyo del doble enganche.

Simeone es un fanático del orden... Desde que llegó a River insistió con una idea: los jugadores están por encima del sistema. Los hechos mostraron a futbolistas que se potenciaron en el marco de su propuesta (Abelairas, Villagra y Buonanotte, por ejemplo) y a otros que no encontraron su lugar en la cancha (Augusto, Rosales). Pero aun así, no se ató caprichosamente a ningún dibujo. Desde su primera prueba fallida con el 3-3-3-1 ante Boca en el verano de Mar del Plata, fue variando de acuerdo al rival y a las circunstancias. Tampoco fue fundamentalista con sus planteos iniciales. Un ejemplo fue el partido contra el América en el que terminó atacando con cinco delanteros.

La agresividad, la verticalidad, las situaciones para el pie a pie y el afán por pensar en el arco de enfrente resumieron el espíritu de todos los guiones del entrenador. Ahora bien, no siempre los pudo poner en práctica. Por eso la necesidad de probar, de cambiar, de errar, de inventar... Y de sorprender: en la recta final del torneo, contra Independiente, puso a Ponzio como líbero en una línea de tres zagueros.

En el comienzo de esta pretemporada, en los aires de Punta del Este, ya sin la necesidad de imaginar planes con pedacitos de pan, Simeone innovó con Ortega por la izquierda. Pero la primera práctica de fútbol, en el Campus de Maldonado, lo obligó a modificar la tesis. El Burrito efectivamente se reacomodó. Y frente a San Lorenzo, el ídolo, parado en el centro del tridente ofensivo, fue el mejor de River. Ahora, el reto del Cholo es darle más fluidez al esquema. ¿Cómo? Con el recurso del ensayo y el error.

Cholo Simeone

Cholo Simeone

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