domingo, 9 de noviembre de 2008

Los jugadores le pidieron a Simeone que continúe

"Quedate, por favor. Dejá que nosotros hablamos con Aguilar". Faltaban apenas unos minutos para las 22, la hora de partida estipulada del vuelo 1691 de Mexicana de aviación. Ya habían pasado nueve horas desde que Simeone se había parado frente a ellos y les había comunicado, con lágrimas en los ojos, que no iba a continuar siendo el técnico de River. Y ya estaban al tanto del enojo de José María Aguilar y de que varios dirigentes tenían intenciones de ni siquiera dejar que el Cholo los dirigiera esta tarde ante a Huracán. Pero a los jugadores no les importó, no se dieron por vencidos y lo intentaron todo durante la escala en el aeropuerto Internacional Benito Juárez, del DF. Querían y soñaban con que el técnico reviera su decisión, y por eso le insistieron. De a uno, de a dos o en pequeños grupos, los nombres fueron pasando. Trataron de demostrarle al DT que por fin, como él deseaba, habían entendido el momento. Pero ni así lo consiguieron. Tampoco con las charlas en la concentración. Y hoy, tal como lo anunció en México, el Cholo dirigirá su último partido en River más allá de la bronca de la dirigencia por el portazo que no esperaba.

Sebastián Abreu y Eduardo Tuzzio fueron los primeros en hacerle saber a Simeone que no estaban de acuerdo con su decisión. Como ya lo habían hecho antes de abandonar el Hotel Intercontinental de Guadalajara, aprovecharon la escala para seguir tratando de hacer conmover al técnico. "Sabés que estamos a muerte con vos. Y todo el grupo piensa lo mismo", le dijeron. Y no mentían. Entre averiguaciones para comprar cámaras digitales, alguna botellita de tequila o cajas de chocolate y mientras el técnico se comía tres panchos, 15 de los 22 integrantes de la delegación se le acercaron al Cholo para expresarle un sentimiento similar. Algo que lo conmovió y que agradeció, pero que de ninguna manera lo hizo dudar de una determinación que ya había empezado a madurar antes de viajar a México. "El nunca dudó del cariño y la banca del equipo. Pero también sabe que más no les puede pedir. Y si dando todo no alcanza para ganar, no hay otra que irse", le aclaró a Olé uno de los hombres de confianza de Simeone. Aunque no fue la única explicación. Otro allegado también confió que para el técnico las palabras sobran: "Tuvieron 14 partidos para demostrar adentro de la cancha que le tienen tanto afecto. Ahora, estos gestos sirven para el ego, aunque ya no para salir del pozo".

"¿Por qué tantas cámaras? ¿Quién viene con nosotros? ¿Brad Pitt?". A las 11.40, vestido puramente de negro (el resto del cuerpo técnico usaba la ropa oficial del club), Simeone no se sorprendió al llegar a Ezeiza y, mientras hacía los trámites migratorios, pispear que en el hall de arribos lo esperaban unos 20 periodistas. Y hasta bromeó con el enviado de Olé. Sabía que más allá del momento de River su renuncia había sorprendido. Pero también que su decisión le sacaba muchísima presión de los hombros. Algo que había dejado ver durante el vuelo. No sólo por prestarse al diálogo de pasillo sin reparos, sino también porque, distentido y convencido de que había hecho lo mejor, el Cholo durmió lo que no había podido dormir después de la eliminación ante las Chivas. Ah, y con un detalle como para sumar más adhesiones en el plantel: al ver que Martín Galmarini era el único futbolista sin lugar en clase ejecutiva, el técnico le cedió su asiento y se despatarró en el 8D, de clase económica, entre el entrenador de arqueros Pablo Vercellone y su jefe de prensa, José Pasqués.

Sonriente y en paz, y más al enterarse de que podrá ocupar el banco esta tarde, el Cholo aclaró que recién hablará después del partido. Aunque eso sea sólo un detalle. Para él, sus jugadores ya le habían dicho lo más importante.

Cholo Simeone

Cholo Simeone

.

.

.

.

.

.